Un ensayo imaginario sobre el Transporte Público

Viví gran parte de mi niñez en la casa de mi abuela, la que se ubicaba en una avenida de una pequeña ciudad. En esa época pasaban unos microbuses con 16 asientos mas o menos, verdaderas reliquias de otros tiempos y que en realidad ya deberían haber ocupado su lugar en algún chatarrero o museo, pero la desgracia de ser una ciudad no importante en América Latina te convierte automáticamente en el destino de todo lo que la capital ya no quiere tener.

Mas allá de ese pequeño inconveniente, esos vehículos eran bastante disciplinados, ya que aunque no tenían un horario determinado, todos sabíamos que cada 20 minutos pasaría el siguiente.

A la vez, el resto del tráfico estaba compuesto de autos, camionetas medianas, carretones tirados por animales, y carretillas tiradas por humanos, todo a un ritmo lento y pausado.

Hace unos 5 años atrás volví a visitar ese lugar y el tráfico se había al menos triplicado, y muchas de las carretillas como los carretones han dado lugar a modestas camionetas viejas y los mismos destartalados microbuses de hace 25 años atrás siguen inamovibles, contaminando y moviéndose igual de lentos que antaño.

Mirándolos como se quejaban con cada vuelta de sus ruedas me puse a hacer un simple ejercicio imaginativo:

¿Qué sucedería si modernos microbuses con la misma capacidad de transporte llenaran las calles de esa ciudad pasando cada 2 minutos?

La magia cobro vida ante mis ojos. Vi de golpe cientos de pequeños buses empujados por hidrógeno recorriendo calles, que ahora contaran con espacio de sobra para modernas ciclovías y árboles que se desplegaran a lo largo de todas las calles...

Calles casi vacías donde miles de autos se quedaran en sus casas guardados oxidándose con el paso del tiempo.

Familias que apenas si tuvieran que esperar 2 minutos hasta el siguiente bus que los llevara a su destino.

Ambulancias que pudieran llegar a atender a enfermos de emergencia, sin tener que quedar estancadas en medio de atochadas vías dejando así a una persona morir.

Bomberos recorriendo calles casi volando para rescatar a una casa de morir bajo las llamas de un incendio... y así salvar el techo de una o mas familias.

Muchas mas fuentes de trabajo colectivo reflejados en choferes, mecánicos, talleres, etc.

Calles mejor adaptadas para peatones y bicicletas sin el temor de morir atropellados y atropelladas por un demente al volante de un BMW o de un desesperado padre de familia que iba con apuro para no llegar tarde a su empleo y no perder la fuente de trabajo.

Miles de Familias que ya no necesitarían endeudarse para comprar el estúpido auto y usar parte de ese dinero en las vacaciones que siempre soñaron.

Y en ese momento recordé esos ominosos y desesperantes detalles: seguros, manutención, impuestos, estrés, partes, peleas con los otros conductores, problemas de desperfectos, quedarse atascado en el tráfico, quedarse sin gasolina de camino a alguna parte, guardar algo de dinero para el terrorífico momento en que se debe cambiar el viejo automóvil por otro mas nuevo y todo sumado superando los 500u$d/400eur por mes, dejando la economía familiar siempre al debe...

Y todo eso con la posibilidad de poder reemplazarlo de un plumazo por un ticket anual de bus + tren con un costo menor a los 100u$d/90eur por mes para toda la familia.

Eso si sería volver a vivir para todos y todas en esa ciudad.

(Este relato refleja en parte mis elucubraciones entorno a lo que el transporte público debiera ser y no en lo que hoy se ha convertido: Un lastre para políticos corruptos que solo buscan beneficiar a sus amigotes empresarios y de pasada robarse un trozo del pastel dejando a la población con una sensación de problema insoluto por siempre y regalándole a las empresas de automóviles un mercado cautivo, sin derecho a elegir)


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