Lunes de Lenguas

En inglés, “pulpo” se dice “octopus”. Esta palabra viene del griego antiguo... O quizás no. Pero si sí viene del griego antiguo, entonces el plural “octopi”, que muchas veces se encuentra en inglés, es incorrecto... ¿o quizás no?

Todo este enredo de ocho patas lo explicaremos hoy en este #LunesDeLenguas

En el Mediterráneo hay muchos pulpos y los griegos antiguos los conocían. Lo sabemos porque los pintaron en algunas vasijas.

https://ferrebeekeeper.wordpress.com/2011/04/15/the-octopus-motif-in-ancient-greek-ceramics/

Pero, ¿cómo les decían?

Una teoría es que los llamaban ὀκτάπους (oktápus) [u ὀκτώπους (októpus)], de “okta” (ocho) y “pus” (pie). Es decir, el ochopiés.

https://en.wiktionary.org/wiki/%E1%BD%80%CE%BA%CF%84%CE%AC%CF%80%CE%BF%CF%85%CF%82#Ancient_Greek

Pero el problema con esta teoría es que no hay muchas evidencias escritas de que esta palabra fuera la que usaban para el animal.

El léxico de Liddell, Scott y Jones (o LSJ), publicado en 1843, es uno de los diccionarios más respetados de griego antiguo. Según estos muchachos, ὀκτάπους quería decir “de ocho pies”. Pero no quería decir nada sobre los pulpos.

https://www.perseus.tufts.edu/hopper/morph?l=o%29kta%2Fpous&la=greek&can=o%29kta%2Fpous0&prior=oun&d=Perseus:text:1999.04.0057:entry=o)ktw/pous&i=1#lexicon

Según una edición del LSJ de 1901, la palabra también se refería a “alguien que tenia dos bueyes y un carro” (porque dos bueyes suman ocho patas).

https://archive.org/details/greekenglishlex00lidduoft/page/1038/mode/2up

Pero en la edición aumentada de 1940 del LSJ aparece una entrada que asegura que uno de los significados de la palabra es “octopus vulgaris”, el nombre científico de pulpo.

https://www.perseus.tufts.edu/hopper/text?doc=Perseus%3Atext%3A1999.04.0057%3Aalphabetic+letter%3D*o%3Aentry+group%3D19%3Aentry%3Do%29kta%2Fpous

Para afirmarlo cita a Alejandro de Trales, un médico que en su “Therapeutica” usa “oktápus” para referirse a un pulpo.

https://i.sstatic.net/e9X6P.png

Pero Alejandro no era griego antiguo sino bizantino y escribió eso en el siglo VI d.C. Entonces no es mucha evidencia de cómo hablaban los griegos antiguos.

Entonces vamos a la otra teoría, que es que los griegos antiguos, a un pulpo, le decían πολύπους (polýpus), es decir, “el de muchos pies”.

El LSJ, para esta palabra, sí tiene una acepción de “pulpo”.

https://www.perseus.tufts.edu/hopper/morph?l=polu%2Fpous&la=greek#lexicon

Y, para darle mayor fuerza a esta teoría, sabemos que los antiguos romanos, en latín, a un pulpo le decían pōlўpus.

https://www.dizionario-latino.com/dizionario-latino-italiano.php?parola=polypus

Justo de ahí vienen las palabras de muchas lenguas romances para el animal: pulpo, polipo, poulpe...

Los romanos les copiaron muchas cosas a los griegos, ¿por qué no les habrían copiado cómo decir “pulpo”?

Pero, ¿esto qué tiene que ver con el inglés? Ya vamos para allá.

“Octopus” no desciende del griego antiguo, directamente, sino que viene de la palabra latina “octopus”. Pero esta palabra no era usada por los romanos, sino que fue inventada para el neolatín, una forma de esta lengua, usada desde el Renacimiento, para escribir tratados científicos.

https://es.wikipedia.org/wiki/Neolat%C3%ADn

Una de las obras más famosas publicadas en neolatín es, justamente, el Systema naturæ del sueco Carl Linneaus (Carolus Linnaeus en neolatín) que, en varias ediciones desde 1735, se propuso clasificar y darles un nombre científico (en neolatín, claro) a todos los seres vivos.

En su décima edición (1758) apareció la clase “vermes”, animales entre los cuales figuraba el “octopus”, parte del orden “octopodia”.

https://en.wikipedia.org/wiki/Vermes_in_the_10th_edition_of_Systema_Naturae

La palabra “octopus” seguro ya estaba en uso para referirse a un pulpo antes de esa décima edición, pero fue su publicación la que fijó su significado y la que causó que, eventualmente, se convirtiera en la palabra de uso común para referirse al animal en inglés.

Antes de eso, el inglés tenía otras palabras de uso común, como “preke”, “poor-cuttle”, “pourcontrel”, “eight-armed cuttle”, “devilfish” y (sorpresa) “polypus-fish”, “polyp” y “poulp”.

https://grammarphobia.com/blog/2014/02/octopus.html

Pero íbamos a hablar de plurales y estamos a punto de llegar allí.

En inglés les gusta, a veces, formar el plural de las palabras que derivan del latín o del griego antiguo con los finales que esas palabras habrían tenido en su lengua original (y no con la terminación -s que es común para los plurales ingleses).

Esto sucede por la simple razón de que a algunas personas les suena más elegante.

Pero las reglas de pluralización en griego antiguo y latín son complejas, lo que nos lleva al asunto:

Como les conté en el LdL anterior, el latín es una lengua flexiva, en la que sustantivos y adjetivos cambian sus finales según la función gramatical que cumplan.

https://noblogo.org/lunes-de-lenguas/en-espanol-el-participio-es-una-forma-adjetiva-de-un-verbo

Pero además, las reglas según las que cambian las palabras son diferentes dependiendo de a cuál de las cinco declinaciones pertenezca y a qué raíz tenga la palabra. (En griego antiguo pasa lo mismo, pero sólo tiene tres declinaciones).

Entonces, tanto el latín como el griego antiguo tienen muchísimas maneras de formar un plural.

En inglés contemporáneo usualmente se copian del plural nominativo. Para palabras de la segunda declinación latina, esto quiere decir que el singular que termina en -us se convierte en -i.

“Alumnus”, tanto en latín como en inglés, se vuelve “alumni” en plural.

Y así, por imitación, muchos angloparlantes dirían que el plural de “octopus” es “octopi”.

Como vimos, “octopus” no es una palabra latina, sino neolatina. Y, tras ser acuñada, se volvió parte de la tercera declinación latina. Ahí la raíz del genitivo es “octopod-” (vean el LdL anterior) y el nominativo plural es “octopodes”.

https://en.wiktionary.org/wiki/octopus#Latin

¿Por qué? Porque viene del griego antiguo ὀκτώπους (así los griegos antiguos quizás no usaran la palabra para referirse a los pulpos).

Y en griego antiguo ὀκτώπους (októpus) es de la tercera declinación (griega), su raíz de genitivo es “ὀκτώποδ-” (októpod-) y su plural nominativo es ὀκτώποδες (octópodes).

Por eso, hay quienes proponen que un plural más correcto, en inglés, para “octopus” sería “octopodes”.

¿Pero es más correcto?

En cierto sentido sí, porque “octopus” no deriva de una palabra latina de la segunda declinación cuyo singular termine en -us y su plural en -i.

Pero en otro sentido, ambos plurales podrían ser igual de incorrectos.

Estos plurales parten de la pregunta “¿cómo lo habría dicho un hablante de la lengua en la que se originó esta palabra?”.

Como vimos, un romano antiguo no habría dicho “octopi” ni “octopodes”, sino “polypi”. Y un griego antiguo podría haber dicho “octopodes”, pero probablemente no para referirse a varios pulpos. Para eso quizás habría dicho “polypodes”.

¿Qué es correcto, entonces? Los plurales latinos o griegos en inglés no son obligatorios. Son sólo una preferencia. Pluralizar las palabras con -s siempre es válido.

Y por eso, para el diccionario de Merriam-Webster, “octopi” y “octopodes” son plurales válidos, así como lo es “octopuses”.

https://www.merriam-webster.com/dictionary/octopus

(Dato curioso, en griego moderno, “pulpo” se dice χταπόδι (chtapódi), que viene, lo adivinaron, de ὀκτώπους).

En español, el participio es una forma adjetiva de un verbo. Es una forma de transformar un verbo en una palabra que describe la cualidad de algo*. De “amar” viene el participio “amado”, que describe a algo o alguien que suscita amor.

En latín un participio es lo mismo. Pero a diferencia del español, en latín el participo puede tener cuatro formas.

Y de ellas hablaremos en este #LunesDeLenguas.

*A veces es una palabra usada en verbos compuestos (“había amado”), pero eso se sale del tema.

En latín existe el participio perfecto pasivo, que es de donde viene nuestro participio, aunque no significa exactamente lo mismo.

Este participio se forma con la raíz del perfecto (por ejemplo, la del verbo “amo” sería “amat-”) a la que se le suma el sufijo “-us” para masculino, “-a” para femenino, o “-um” para neutro, todos estos en nominativo singular. (No se preocupen, no los cargaré con una lección de gramática latina).

Es decir, este participio sería: “amatus”, “amata”, o “amatum”.

“Perfecto” implica pasado, pero un pasado en el que una acción ya se cumplió.

“Pasivo” implica que a quien o a lo que se refiere este participio está recibiendo la acción del verbo.

Entonces, “amatus” se podría traducir como “el que fue amado”, “el que ha sido amado”, “después de ser amado” o, menos frecuentemente, como nuestro ya conocido “amado”.

Ese es fácil y está muy bien, pero vamos a los otros.

En latín también existe el participio presente activo que, como les dije, no existe en español, pero sí nos dejó una serie de palabras reconocibles.

Este se forma con la raíz del presente (la de “amo” es “ama-”), a la que se le juntan la partícula “-nt-” y los sufijos de género, número y caso (que se llaman “desinencias”).

Pero, a diferencia del caso anterior, aquí las desinencias no son -us/-a/-um (que se llaman de primera y segunda declinación), sino que son de la tercera declinación.

En la tercera declinación (en singular, nominativo y para efectos de este participio) masculino, femenino y neutro son iguales: terminan en “-ns”.

En los demás casos y números, el masculino y el femenino son exactamente iguales entre sí. El neutro es diferente en varios casos.

Además, “activo” quiere decir que en este participio estamos hablando de alguien o algo que realiza la acción.

Entonces, el participio “amans” (en nominativo” o “amantis” en genitivo) significa “el/la/lo que ama”.

Aquí hay que hacer una pausa, porque les dije que este participio se formaba con “-nt-” y, como ven, “amans” no tiene esa partícula.

Ok, está bien, tengo que cargarlos un poco de gramática latina. El latín es una lengua flexiva, en la que las palabras cambian su forma según su función gramatical.

En latín les pasa esto a sustantivos y adjetivos (y participios, que son adjetivos). Cada una de estas formas se llama “caso”.

El caso más común es el nominativo, que es la forma de una palabra cuando es el sujeto de una oración.

En la tercera declinación, el nominativo puede tomar casi cualquier forma. En el caso de los participios, esa forma siempre es “-ns”. (Pero ese no es el caso de los sustantivos. Por ejemplo “rex” es un sustantivo de la tercera declinación).

Lo de “-nt-” aplica para otros casos. Como el genitivo, que es cuando una palabra cumple el rol de complemento de posesión u origen. “Amantis” = “del que ama”.

Por eso, los sustantivos en el diccionario latín se suelen listar con las desinencias nominativas y genitivas, para saber de qué estamos hablando.

“Rex” (que significa “rey” va a aparecer como “rex, regis”. Así sabemos cuál es la raíz con la que se forman el genitivo y otros casos.

https://www.dizionario-latino.com/dizionario-latino-italiano.php?lemma=REX100

Pero los adjetivos (y participios) se listan según sus tres géneros. “Amatus” aparece como “amatus, -a, -um”. Y “amans” aparece como “amans, amans, amans”. Porque ya sabemos que el genitivo en los tres casos es “amantis” https://www.dizionario-latino.com/dizionario-latino-italiano.php?parola=amans

Y ya que saben esto, volvamos al punto: del participio presente activo latín nos vienen muchos sustantivos que significan “el/la/lo que realiza tal acción”.

Una serpiente es un animal que se arrastra (“serpo” en latín). Un/a “adolescente” es “quien está creciendo” (del verbo latín “adolesco”, que significa “crecer”). Un/a presidente es alguien que preside.

Es de aquí, de esta identificación entre masculino y femenino gramatical, que surge un argumento a favor de decir “la presidente” o “la gerente” en español contemporáneo. Aunque la misma RAE recomienda decir “la presidenta” para subrayar el género femenino. https://www.rae.es/noticia/es-la-presidenta-o-la-presidente

Pero ahora vamos a los dos participios que más me hacen falta en español. Comenzando por el futuro activo.

Este se forma con la raíz del perfecto, la partícula “-ur-” y las desinencias de las declinaciones primera y segunda (-us, -a., -um).

“Amaturus” quiere decir “el que amará”.

Este es el participio usado en la famosa frase “ave Imperator, morituri te salutant” (“saludos, Emperador, los que moriremos te saludan”) dicha, según Suetonio, por presos obligados a morir en un ejercicio naval para el entretenimiento de las masas, en saludo al emperador Claudio.

Una frase que luego fue apócrifamente atribuida a gladiadores en el Coliseo. Que es como la mayoría, incorrectamente, la recordamos (comúnmente como “Ave, Caesar, morituri te salutant”).

https://en.wikipedia.org/wiki/Ave_Imperator,_morituri_te_salutant

El participio que nos queda es el futuro pasivo, que se forma con la raíz del presente, la partícula “-nd-” y las desinencias de primera y segunda declinación.

“Amandus” es “el que será amado, pero más comúnente “el que merece ser amado” o “el que debe ser amado”.

Este participio está en otra famosa frase latina: “Carthago delenda est” (“Cartago debe ser destruida”).

Esta frase fue popularizada por Catón El Viejo, un político romano que pronunciaba una versión de ella al final de todos sus discursos en el Senado antes de la Tercera Guerra Púnica, a manera de expresar su opinión de que los enemigos púnicos (más de ellos en este Lunes de Lenguas: https://noblogo.org/lunes-de-lenguas/es-cartago-en-el-norte-de-africa-en-lo-que-ahora-es-tunez) deberían ser eliminados por completo.

https://en.wikipedia.org/wiki/Carthago_delenda_est

¿No les gustaría tener una sola palabra en español para decir que alguien será [verbo] o debería ser [verbo]?

Bueno, para terminar, si pusieron atención, se habrán dado cuenta de que en latín los participios presente y perfecto activos son posibles, pero no existen. ¿Por qué? Pues porque no, las lenguas no siguen lógicas fáciles de escrutar.

Pero sí hay maneras para suplir estas ausencias con otras maneras de decir las cosas: https://dcc.dickinson.edu/grammar/latin/tense-participles

Es Cartago, en el norte de África, en lo que ahora es Túnez. Es el siglo VI a.C. Estamos en la capital del estado púnico, es decir de los fenicios de occidente. Y ahí, alguien, en la necrópolis, olvida una tarjeta con la inscripción “mi Puniel Karthazies”: “soy un fenicio de Cartago”.

Pero la inscripción está en etrusco y los fenicios se decían canaaneos a sí mismos. ¿Qué pasa?

De estos y otros apuntes sueltos traídos del libro “Mare Aperto” de Luca Misculin hablaremos hoy en #LunesDeLenguas

Foto de la tarjeta de invitación: dos pedazos de marfil sobre un fondo negro.

El libro de Misculin es una historia cultural, política, geológica y mitológica sobre el Canal de Sicilia, la parte del Mediterráneo que está, justamente, entre la isla italiana y los estados contemporáneos de Túnez y Libia. Habla de muchas cosas que no tienen que ver con lenguas, pero lo recomiendo mucho de todas maneras, si pueden leer italiano.

Pero volviendo a los fenicios, estos eran un pueblo semítico que se consideraban hijos de Canáan y vivían en el extremo oriental del Mediterráneo.

Es decir, su origen estaba en las costas de lo que ahora es Líbano, Palestina, Siria e Israel.

A los fenicios les encantaba tanto navegar como fundar nuevas ciudades para poder comerciar. Y por eso en algún momento del siglo IX a.C. fundaron Cartago al otro extremo del Mediterráneo.

Allí se volvieron famosos por comerciar una exquisitez que el resto del Mediterráneo codiciaba: el color morado*.

El tinte morado se conseguía recogiendo las secreciones de ciertos caracolitos (o machacando sus caparazones) que se pueden encontrar por la costa de Tiro (la primera capital fenicia, en el actual Líbano).

https://en.wikipedia.org/wiki/Tyrian_purple#Production_from_sea_snails

El color era escaso en la naturaleza y el proceso para producirlo era dispendioso, por lo que era muy caro. Y se convirtió en símbolo de riqueza y de realeza. Sólo la gente más acaudalada podía darse ese lujo. El lujo de comprarles a los fenicios.

Entonces, una de las principales teorías de por qué los hijos de Canaán comenzaron a ser conocidos como “fenicios” tiene que ver, justamente, con el morado.

En giergo antiguo, “morado” se dice φοῖνιξ (fóiniks). Palabra que también quiere decir “dátil” (otro gran éxito del comercio fenicio) y “fénix” (como el ave mitológica.

https://en.wiktionary.org/wiki/%CF%86%CE%BF%E1%BF%96%CE%BD%CE%B9%CE%BE

Pero queda la pregunta: ¿los griegos nombraron al color por los fenicios? ¿O nombraron a los fenicios por la palabra que tenían para el color?

Misculin cree en la segunda opción, por otra palabra griega, φοινός (foinós), que significa tanto “rojo sangre” como “mortal”.

https://en.wiktionary.org/wiki/%CF%86%CE%BF%CE%B9%CE%BD%CF%8C%CF%82

Es decir, que el autor dice que ya había una palabra que significaba “rojo sangre” y que la palabra para morado, un color similar, derivó de ahí.

Esta etimología sigue siendo algo incierta. Pero sin importar qué vino primero, influenció la opinión que tanto los griegos como los romanos llegaron a tener sobre los fenicios.

En la Ilíada, compuesta quizás durante el siglo VIII a.C., los fenicios son descritos como πολυδαίδαλοι (polydáidaloi), “los de muchos talentos artísticos”.

En el siglo V a.C., tanto fenicios como persas intentaron conquistar Sicilia, entonces territorio griego.

Ninguno lo logró, pero desde entonces para los griegos ambos pueblos quedaron en la categoría de “bárbaros” (del griego βάρβαρος, bárbaros, “el que balbucea” o, más literalmente, “el que sólo dice blah blah”).

Los fenicios no eran vistos ahora sólo como gente que hablaba una lengua diferente (aunque como buenos comerciantes, y como muestra la tarjeta del inicio de este hilo, eran buenos aprendiendo otras lenguas), sino que además se convirtieron en un “otro”: una gente malvada, violenta y sangrienta cuya mera existencia nos pone en riesgo, por lo cual no son dignos de confianza.

En la “República” de Platón, del siglo IV a.C., Sócrates dice que las mentiras son “cosas fenicias”.

En su política, Aristóteles dice que los fenicios están “inclinados a la guerra”.

Quizás desde este punto de vista tenga sentido que su nombre tenga que ver con la palabra para decir “mortal” y “sangre”.

En el siglo III a.C. los romanos ya habían conquistado no sólo Sicilia, sino todas las ciudades griegas. Y además de importar la religión y buena parte del vocabulario, también importaron el odio hacia los fenicios. Y en particular hacia los cartaginenses.

En latín, fenicio se dice “poenus” o “poenicus”, dos romanizaciones diferentes de la palabra “foinix” hecha para una lengua que no tenía una f aspirada (como sí la tenían los griegos), ni sabía pronunciar la x (ξ).

https://etimologias.dechile.net/?pu.nico

De ahí viene el adjetivo “púnico” (como en las guerras púnicas) para referirse a los cartaginenses. Y de ahí viene la expresión coloquial latina “fides punica” (“pacto cartaginés”) para referirse a una mentira o a una traición.

El odio romano por Cartago llegó al punto que, en las guerras púnicas, se propusieron no sólo derrotar a su rival, sino a borrarla del mapa.

Por lo que la alocución “Carthago delenda est”, de la que hablaremos alguna otra vez, se volvió famosa.

https://es.wikipedia.org/wiki/Carthago_delenda_est

Pero, un momento, volvamos a esa inscripción del principio. Dije que era del siglo VI a.C. y que estaba en etrusco. Es decir que los fenicios ya viajaban a la península itálica antes de que Roma fuera “caput mundi”.

Y es decir que los fenicios ya eran conocidos como “punies” en etrusco, antes de que el latín dominara la península y quizás antes de que las influencias latinas entraran al latín.

Así que es posible que hayan sido los etruscos los que no tenían f aspirada ni x. Y que ellos se hayan inventado eso de “púnicos” tras escuchar el nombre griego para esta gente.

No sabemos con seguridad.

Lo que sí sabemos es que tanto el alfabeto etrusco, como el griego, como el latino derivan del fenicio. Ah, gente pa' echada pa'lante https://en.wikipedia.org/wiki/Archaic_Greek_alphabets#Euboean

*O púrpura, o violeta, o como le digan en su casa. Pero yo soy colombiano y digo morado porque he tomado muchos jugos de mora.

¿Alguna vez han tenido que lidiar con alguien que se rehúsa a aceptar que la traducción de “billion” en inglés no es “billón” en español, sino “mil millones”? ¿Alguna vez alguien les ha dicho, incorrectamente pero con total confianza, que en el planeta hay unos ocho billones* de personas? ¿Alguna vez se han preguntado por qué esta discrepancia? Pues hoy tienen miles de millones de razones para celebrar, porque en el #LunesDeLenguas de hoy, les voy a contar sobre las escalas larga y corta.

Ambas escalas son sistemas para nombrar potencias de 1000 (pero que aquí voy a escribir como potencias de 10, porque me ahorro espacio). Hasta 10^6 todo va bien, todo está muy tranquilo, porque en ambas escalas este número (1000000) se llama “millón” (que es una palabra que deriva de la palabra latina “mille” (“mil”) y que quiere decir “tremendo mil”, “cipote mil”, “flor de mil”, o “un mil grande”). El verdadero problema comienza después.

En la escala corta, que es la que se usa en el mundo angloparlante, 10^9 se llama “billion”. Pero en la escala larga, que es la que usamos en español y en las demás lenguas romances (entre otras), tenemos otro nombre para este número: “un millardo”. Si bien es más común en español ahora decir “mil millones”, en otras lenguas, como en italiano, sí es común decir “miliardo”.

Y en la escala corta 10^12 se dice “trillion”, pero en la escala larga decimos “billón”.

Lectoras avezadas se habrán dado cuenta ya del patrón. La escala larga está basada en millones. En esta escala, un billón es “un millón dos veces” (1000000^2). Un trillón es “un millón tres veces” (1000000^3) y así sucesivamente.

Pero la escala corta está basada en miles (comenzando desde un millón). Un “billion” es el segundo paso en la escala: un millón multiplicado por mil. Un “trillion” es el tercer paso en la escala: un “billion” multiplicado por mil” Y así sucesivamente.

La escala larga, además, tiene otros nombres para sus potencias de 1000 que quedan entre potencias de millones. Estos siguen el formato de “millardo” descrito más arriba. Por ejemplo, 10^15, que es mil billones, es un billardo. Y 10^21, que es mil trillones, es un trillardo. Nombres que estoy seguro que todos usamos diariamente.

Pero, ¿cómo llegamos a esta diferencia? El asunto es que contar con números tan grandes es bien complicado.

De hecho, por lo menos en el mundo occidental, no era común contar hasta números tan altos hasta ya entrado el Medioevo. Los numerales romanos originales, por ejemplo, no tenían un símbolo para “mil”. Aunque sí tenían maneras de escribir ese número, la M fue agregada en el Alto Medioevo: https://latin.stackexchange.com/questions/21169/what-was-the-symbol-used-for-one-thousand-in-ancient-rome

Y la primera instancia de alguien usando la palabra “millón” está atribuida a un tal Máximo Planudes y data del Siglo XIII d.C.: https://en.wikipedia.org/wiki/Maximus_Planudes

Ambas escalas se desarrollaron más o menos paralelamente, desde el Siglo XIII en adelante. Pero no tenemos claro quién se las inventó o por qué. Y por mucho tiempo no era claro quién estaba usando qué escala.

Por ejemplo, aunque en Francia ahora la escala larga es la estándar, durante los siglos XVIII y XIX la mayoría de académicos franceses prefirieron la corta. Los estadounidenses se pasaron a la escala corta desde el siglo XVIII, pero los británicos siguieron en la larga hasta el XX.

De hecho, en 1974 el Reino Unido, quizás impulsado por el peso del inglés estadounidense en el mundo, oficializó su paso a la escala corta.

Y toda esta situación es tan confusa que sólo fue un año después de esto, en 1975, que a alguien se le ocurrieron los nombres “escala larga” y “escala corta”. Ese crédito es de la matemática francesa Geneviève Gutiel, quien acuñó los nombres en francés: “échelle longue” y “échelle courte”.

Actualmente casi todo el mundo (excepto Grecia y la mayoría del oriente asiático, que usan otros sistemas interesantes a los que llegaremos algún día, pero que han sido brevemente reseñados en #PalabrasEficientes) se divide entre ambas escalas.

En este mapa pueden ver que la mayoría de Europa, buena parte de África y todo el mundo hispanoparlante está en la escala larga. Todo el mundo anglófono está en la escala corta: https://en.wikipedia.org/wiki/Long_and_short_scales#/media/File:EScalas_corta_y_larga.svg

En portugués usan la escala larga... Excepto Brasil que siempre ha querido ser diferente.

En algunos países, como Canadá, se usan dos (o más) lenguas que usan dos escalas diferentes (la corta en inglés y la larga en francés). Y en el mundo árabe y en la mayoría del eslavo se usa la escala corta, pero también usan la palabra “millardo”. No sé cómo funciona en cada uno de estos, pero sé que en ruso “millardo” y “billón” son sinónimos (y significan “mil millones”).

Si quieren entender mejor las escalas, les recomiendo este video: https://www.youtube.com/watch?v=C-52AI_ojyQ

Y si quieren saber más de su historia, les recomiendo este link: https://en.wikipedia.org/wiki/Long_and_short_scales

Un billón de gracias.

*En el planeta Tierra hay aproximadamente ocho mil millones de personas. U ocho millardos, que es lo mismo.

En el regreso triunfal de este #LunesDeLenguas, quiero descargar todo el peso del trabajo a alguien más. Ese alguien más es la escritora argentina Marina Berri, quien el año pasado publicó el libro “Alfabeto ruso”.

La idea del libro es que Berri, quien vivió un tiempo en Rusia y es lingüista, escribió un breve ensayo por cada letra del alfabeto cirílico, inspirado por una palabra rusa que comenzara por esa letra (de hecho, dos: una con mayúscula y otra con minúscula)

https://ladiligencialibros.com/producto/alfabeto-ruso/?srsltid=AfmBOoo2mKz-lH_zhYkNtWCIVDALlf4IUoaxA7nISGdzbZLpbgDvE4XL

El libro me gustó mucho porque entre sus fragmentos va revelando esas pequeñas diferencias idiomáticas y culturales que van definiendo lo que consideramos el alma de una nación.

Pero no vengo a hablarles de eso, sino de algo más sencillo: algunas de las palabras y expresiones rusas que Berri menciona, yo no conocía y, además, me parecieron interesantes.

La mayoría de entradas del libro no van sobre peculiaridades lingüísticas, así que les recomiendo leer todo el libro para conocer las demás.

El alfabeto cirílico es con el que se escriben el ruso, varias otras lenguas eslavas más y, por ley, varias lenguas regionales de Rusia que no son eslavas, como mencionamos en otro LDL: https://col.social/@derpoltergeist/112833814704525033

El cirílico fue inventado en algún punto entre los siglos IX y X d.C. por monjes ortodoxos en la actual Bulgaria, quienes adaptaron letras griegas para sus necesidades eslavas y religiosas y lo bautizaron en honor de un tal San Cirilo. Pero esa es una historia para otro día.

Lo que nos importa ahora es que el cirílico es, como el latino, un alfabeto en el que una letra corresponde (más o menos) a un sonido y en el que, también, los nombres propios comienzan con mayúscula.

Y la primera entrada que les compartiré, es la de la а: алогизм (aloguízm), es decir, “alogismo”. Este es un tipo de lógica que no tiene lógica y que le encanta a Gogol. En “Almas muertas”, por ejemplo, un personaje dice: “Usted tiene todo. Incluso todavía más”.

“¿Pero cómo se puede tener todavía más que todo?”, se pregunta Berri. No se puede y ahí está la belleza del alogismo.

En la entrada братские могилы (brátskie moguíli) aprendí justamente esta expresión (que literalmente significa “tumbas fraternales”, pero que quiere decir “fosa común”) y comprobé una intuición de la que ya he hablado por acá: que en ruso todo es susceptible de volverse un adjetivo.

Berri escribe: “en ruso hay muchos adjetivos. No dicen 'de frutilla', sino 'afrutillado'. No dicen 'de hierro', sino 'férreo'. Incluso pueden decir 'de Iván', como en 'La infancia de Iván', con un adjetivo”.

Berri no lo escribe, pero esto último (que es una película de Tarkovski) es Иваново детство (Ivánovo détstvo), que, en efecto, es algo como “la infancia ivanesca”, lo cual me parece muy divertido.

Luego sigue Berri: “además, algunos adjetivos tienen truco: заразный (zarázni) y заразительный (zarazítelni) significan 'contagioso', pero dos tipos de contagio distintos, el de la enfermedad y el de la risa”.

En Бродский (por el escritor Joseph Brodsky) hay una palabra que ya conocía y me encanta: полтора (poltorá): “uno y medio”. Berri dice que esta palabra ha cambiado su español: “suelo decir unoymedio, me resulta cómodo: unoymedio mes, unoymedio kilómetro, unaymedia hora”.

También cuenta que Brodsky escribió un ensayo (en inglés) titulado “In a Room and a Half”, que en ruso sería, justamente, Полтора комнаты, sobre el lugar en el que vivía en San Petersburgo/Leningrado antes de exiliarse.

Y aquí dos palabras nuevas para mí: “Después de la revolución empezaron a dividir los cuartos [del edificio de San Petersburgo]; primero construyeron paredes de madera contrachapada, después de ladrillo. Se asoma el verbo подселить (podselít), algo así como instalar a alguien (вселить, vselít) por debajo (под, pod) de la mesa. El sovietismo que se trasluce es уплотнение (uplotnénie): hacer que las viviendas se vuelvan densas, es decir, instalar en una casa a muchas personas”.

En вюга (viúga) enumera palabras que describen diferentes tipos de tormentas: метель (metiél), буран (burán), пурга (purgá)

“La diferencia entre ellas en principio estriba (...) en que en una metél la nieve se mueve a lo largo del suelo, en cambio durante una viúga la nieve gira y se arremolina. Cuando hay burán la nieve se levanta hacia arriba y se desploma, además suele soplar un viento huracanado. Una purgá no gira como viúga ni barre como una metél, sino que llena el aire de polvo nevado”.

Luego Berri habla de dos palabras, también nuevas para mí, ambas derivadas de двор (dvor), una palabra que se suele traducir como “patio”, pero que se refiere a los espacios con pasto, públicos, entre edificio y edificio.

Una de estas palabras es es дворняжка (dvorniázhka): un perro callejero que habita estos patios.

La otra es дворник (dvórnik): un barrendero que limpia esos patios.

Y una más para terminar por hoy: Berri se encuentra con la palabra захолустье (zajolústie). Una amiga rusa le dice que significa “lugar alejado de la cultura”. Pero realmente es el nombre de un pueblo (cuyo nombre significa “detrás del matorral”), que está en el oblast de Pskov, cerca a la frontera con Estonia y cuya población, oficialmente, es 0.

https://ru.wikipedia.org/wiki/%D0%97%D0%B0%D1%85%D0%BE%D0%BB%D1%83%D1%81%D1%82%D1%8C%D0%B5

Este es, digamos, el proverbial rincón en medio de la nada.

Un lugar al que nadie iría... excepto estos dos blogueros: https://ejway.ru/world/russia/malyy-akhun/zakholuste/

Por aquí dejamos, pero hay otras cosas interesantes con las que seguiremos en otra ocasión. До свидания.

Se dice “habemus Papam”, con m al final, porque en este caso “Papam” es un complemento directo y en latín, que es una lengua flexiva (es decir, en la que las palabras cambian su forma según su función gramatical), el complemento directo se marca con el caso acusativo.

En el caso de “Papa”, el acusativo se forma, en el singular, añadiendo una m al final:

https://www.dizionario-latino.com/dizionario-latino-flessione.php?lemma=PAPA100

Este ha sido un #LunesdeLenguas exprés.

Hoy en #LunesDeLenguas, la sección que publicamos todos los lunes sin falta (y nadie puede probar lo contrario), y por ninguna razón en particular: la historia de la palabra “América”.

Y para contarles esta historia, básicamente voy a reciclar este artículo que escribí hace ya casi 10 años para un medio que se llama Latino Rebels (y que no me ofreció pago. Nunca más):

https://africasacountry.com/2015/10/where-is-america

Hay tres teorías sobre el origen de la palabra “América” y voy a contárselas desde la menos creíble hasta la más aceptable.

La menos creíble es que en 1497 un marinero italiano de nombre Giovanni Caboto exploró, al servicio de Inglaterra, la costa este de la actual Canadá. En compensación por este servicio, el rey de Inglaterra le dio una pensión. Esta pensión era pagada por un galés de nombre, o bien Richard Ameryk, o bien Ap Meryke, o bien Amerycke. Tan creíble como que “fuck” es un acrónimo.

La intermedia es que el nombre viene de “Amerrique” o “Americ”, el nombre que tenía una cadena montañosa en Nicaragua (ahora llamada Corrdillera de Amerrisque) cuando llegaron los españoles. Según la mayoría de fuentes, esta es una palabra maya que significa “el lugar del viento”, pero según fuentes nicaragüenses, la palabra puede ser lenca, rama o chontal (otras lenguas indígenas). Desafortunadamente no sé lo suficiente para dirimir esta parte. Lo que sí les puedo contar es:

En 1872, el escritor peruano Ricardo Palma afirmó que la palabra “América” venía del nombre de esta cordillera y, sin dar más pruebas, dijo que los hombres de Colón conocían ese nombre y lo usaban para el lugar al que habían llegado.

https://elpais.bo/opinion/20240626_palmas-a-ricardo-america-es-de-america.html

En 1874 el geólogo inglés Thomas Bolt también afirmó que el nombre de la cordillera era el nombre del continente. Pero la tesis despegó en 1875 con un libro del geólogo francés Jules Marcou, quien retomaba la tesis de Bolt.

https://www.gutenberg.org/ebooks/62211

Marcou es quien se sigue citando como prueba de que el nombre América viene del nombre de la cordillera. El argumento de Marcou, quien no da más pruebas que esto, es que los topónimos suelen originarse en la tradición oral y compartirse vía el voz a voz, así que tiene más sentido que el nombre de América se haya originado en América misma. Según Marcou, el nombre América se esparció oralmente hasta llegar a Europa a un tal Waldseemüller, de quien vamos a hablar.... ya mismo.

La teoría más aceptada involucra a un tal Martin Waldseemüller, cartógrafo alemán que en 1507 publicó el primer mapa que contenía la palabra “America” (así, sin tilde, en latín).

Este mapa, además, fue el primero en mostrar a América como un continente separado de Asia. Colón murió creyendo que había llegado a Asia, pero un explorador florentino llamado Americus Vespucius en latín, y Amerigo Vespucci en florentino, fue el primer europeo en pensar que América era un “nuevo mundo”.

...O eso es lo que dice una carta atribuida a Vespucci. La carta, fechada en 1505 y dirigida a Pietro Soderini, entonces líder de la República Fiorentina, asegura que Vespucci hizo, entre 1497 y 1504, cuatro viajes al “nuevo mundo” y que en uno, explorando la costa del actual Brasil, se dio cuenta de que este territorio era un continente nuevo, separado de Asia.

https://archive.org/details/letteradiamerigo00vesp

Que Vespucci haya hecho esos viajes, que haya “descubierto” la continentalidad de América, o que haya escrito la carta es incierto.

Lo que sabemos con seguridad es que Vespucci viajó a la costa norte de Sudamérica en 1499 y que en 1501-1502, al servicio de Portugal, exploró la costa de lo que hoy es Brasil.

En cualquier caso, la carta a Soderini se publicó por toda Europa y, al parecer, le llegó eventualmente al señor Waldseemüller. En un libro que acompañaba su mapa, Cosmographie Introductio, el autor anónimo afirma que el “nuevo” continente ha sido bautizado en honor a Vespucci, “quien la descubrió”.

Mapamundi de Waldseemüller en tonos sepia en el que se ve, a la izquierda, una América muy achatada. En Sudamérica, más o menos en lo que hoy se llama Brasil, está la palabra "América".

Pero todavía nos queda mucha historia. España se rehusó por casi dos siglos a adoptar el nombre “América”, pues no querían darle crédito a un italiano trabajando para Portugal (era mejor darle crédito a cierto otro italiano que había trabajado para España, por lo que usaron el término “Indias” acuñado por Colón).

Y además... los Estados Unidos de América. ¿Cómo fue que se robaron el nombre de todo un continente? Vamos a eso.

Para el siglo XVIII, España usaba el término “América española” para referirse a sus colonias. Los portugueses hacían lo mismo con “América portuguesa”. Los ingleses lo hicieron desde antes. En 1648 apareció por primera vez el término “English-American” en el libro de Thomas Gage The English-American: A New Survey of the West Indies in 1648. En 1707, con la creación del Reino Unido, ese nombre cambió a “British America and the British West Indies,” o, coloquialmente, “British America”.

Las colonias británicas en América incluían mucho más que las 13 colonias que eventualmente formarían los Estados Unidos originales. También estaban los actuales Canadá, Belice, parte de Honduras, Jamaica y otras varias islas en el Caribe. Los habitantes descendientes de ingleses de estos lugares se podían llamar a sí mismos “Americans”, similar a como se usaba la palabra “criollos” en las colonias españolas.

Así que, cuando los Estados Unidos se independizaron en 1776 y se bautizaron “United States of America”, sus habitantes, a falta de un mejor gentilicio en inglés, comenzaron a llamarse a sí mismos “Americans”. Pero esta palabra aún se refería, incluso dentro de Estados Unidos, a un continente, no sólo a un país.

Cuando el presidente estadounidense James Monroe pronunció en 1823 su célebre “America for the Americans” no se refería a un Estados Unidos para los estadounidenses, sino a un continente americano libre de colonialismo europeo (y bajo influencia gringa, claro). Los americanos eran todos los habitantes del continente.

Es más, hasta mediados del siglo XX, en inglés “America” se refería a un solo continente. Sólo desde la 2da Guerra Mundial los cartógrafos estadounidenses comenzaron a hablar de los continentes separados de “North America” y “South America”, división que caló en inglés, pero no en otras lenguas.

Según Martin Lewis y Karen Wigen, este cambio vino justo cuando los Estados Unidos buscaban la dominación del hemisferio occidental y una separación del “Viejo Mundo”.

https://archive.nytimes.com/www.nytimes.com/books/first/l/lewis-myth.html

El cambiо en esta concepción del mapa permitió varias cosas: 1. Crear un nuevo continente (North America) dominado visual, territorial y políticamente por los Estados Unidos. 2. Liberar la palabra “America” para designar exclusivamente, en inglés, a los Estados Unidos de América. 3. Darles la oportunidad a otras lenguas de usar su versión de “American” para designar a los habitantes de los Estados Unidos. Por ejemplo, “estadounidense”, en ruso se dice “Американец” (“amerikánets”).

Ahora, por influencia del inglés estadounidense en los españoles latinoamericanos, cada vez más personas usan “americano” y “estadounidense” como sinónimos. Es un cambio que parece imparable. Pero algunos moriremos peleando.

https://www.youtube.com/watch?v=Q2iGiYHo1Eg

Hoy, un #LunesDeLenguas que cabe en 2 toots: la palabra “traducir” (así como el italiano “tradurre”, el francés “traduire”, el portugués “traducir”, etc) vienen del latín “trans” (que, como les conté en otra ocasión, quiere decir “del otro lado”) y el verbo “dūcere” (“conducir”). Es decir, traducir significa “conducir al otro lado”. Pero el inglés “translate” viene del francés antiguo “translater” que a su vez viene del participio latín “translatus” (“cargado al otro lado”, de “lātus”, “cargar”).

Ahora, el alemán “übersetzen” significa tanto “traducir” como “llevar allá” (como tradūcere), pеro sus partes significan literalmente “poner” (setzen) “sobre” (über). Y el ruso переводить, que significa tanto “traducir” como “liderar” y “enviar”, viene de водить (“conducir”) y пере- (“del otro lado”). Qué curioso.

Hoy en #LunesDeLenguas: ¿por qué México se escribe así y se pronuncia /méjiko/ si en el español contemporáneo la letra x se pronuncia /ks/?

Apreciada lectora, apreciado lector. Primero tenemos que hablar de historia.

Cuando los españoles llegaron a lo que ahora es Ciudad de México en 1519, allí había una ciudad que los locales llamaban en su lengua natal, el náhuatl, México-Tenochtitlán. Pero, ¿cómo pronunciaban eso en náhuatl?

Este nombre hacía referencia a los habitantes de la ciudad, los mexicas (pronunciado /meshíka/), uno de los pueblos del lugar que, como los otros, hablaban náhuatl y que, a diferencia de los otros, se habían impuesto políticamente sobre los demás.

El náhuatl no se escribía fonéticamente* en esa época, así que la grafía “México-Tenochtitlán” fue creada por los españoles para los sonidos que escucharon, que eran algo así como /méshiko-tenochtitlán/, con esa /sh/ como en la palabra inglesa “show”.

Pero, ¿por qué los españoles escribieron una x en ese nombre? Porque en el español áurico o medio que se hablaba en el siglo XVI aún existía el sonido “sh”, muy parecido al del náhuatl.

(throwback a este #LunesDeLenguas: https://col.social/@derpoltergeist/112753877216780756)

Y en su reforma del siglo XIII al español, Alfonso X (o más bien su corte) muy amable y juiciosamente le había asignado a ese sonido la letra x.

Pero ese sonido /sh/ en castellano ya estaba desapareciendo y mutando en /j/.

Es más, Don Quijote no sólo originalmente se escribía “Don Quixote”, sino que se pronunciaba /don kishóte/. Pero la fonética fue evolucionando y nos dejó el sonido /j/ en el nombre. Lo mismo pasó con la palabra “México” en español.

Es decir, y para ponernos técnicos, para el siglo XVII el sonido fricativo prepalatal sordo /sh/ había mutado completamente en español al sonido fricativo velar sordo /j/.

Por otra parte, en 1815 la RAE fijó en una reforma ortográfica que ese “nuevo” sonido, el fricativo velar sordo, se escribiría con j (y ya no con x). Y que la x representaría el sonido /ks/. Es decir que la ortografía correcta sería “Méjico”.

Pero justo seis años después, en 1821, México consiguió su independencia y un país recientemente independiente no iba a dejar que la antigua metrópoli le dijera cómo escribir su propio nombre. Así que México se quedó.

Ahora, nadie sabe con exactitud de dónde viene la palabra “meshica” (o como la quieran escribir). Hay muchas teorías populares, quizás la más es que viene del náhuatl “metzi xictli co”, que sería algo como “el lugar en el centro de la luna”. Pero eso, en mi humilde opinión, no tiene ningún sentido. Pues si viniera de ahí estaríamos hablando de /metsishiktliko/, o cuando menos de /métsiko/ y no de /méshiko/ o /méjiko/.

Para terminar. “Azteca” es un término acuñado por Alexander von Humboldt en el siglo XVIII que actualmente se usa, a veces, como sinónimo de “meshica” y a veces no. Más información aquí: https://en.wikipedia.org/wiki/Mexica#Names

*Una addenda tras una corrección en la que me hizo caer en cuenta @yosola: escribí originalmente que el náhuatl no se escribía antes de los españoles, pero quería poner que no se escribía (del todo) fonéticamente. Antes de los españoles el náhuatl sí tenía un sistema de escritura, que era sobre todo pictográfico y estaba comenzando a cambiar hacia un silabario. Aunque no sabemos qué tanto había cambiado exactamente porque los españoles quemaron miles de manuscritos prehispánicos.

Hoy por primera vez en el #LunesDeLenguas vamos a cumplir la promesa de hacer un hilo corto. Esta vez hablando de por qué las notas musicales occidentales (do, re, mi, fa, sol, la, si) se llaman como se llaman.

Pero antes de contarles, les voy a dejar que adivinen (no hagan trampa, ¿eh?). Ya, ¿Adivinaron?

La respuesta, por supuesto, es que las notas vienen de la primera estrofa de un himno gregoriano del siglo XI, compuesto en latín por Guido d'Arezzo en honor a Juan el Bautista. Muy bien a todos los que adivinaron.

La estrofa va así en latín:

Ut queant laxis resonare fibris mira gestorum famuli tuorum, solve polluti labiis reatum, sancte Joannes.

Y en español:

Para que puedan exaltar a pleno pulmón las maravillas estos siervos tuyos perdona la falta de nuestros labios impuros, San Juan.

Notarán que en latín la primera sílaba de cada hemistiquio (es decir, cada mitad de verso) coincide casi con las siete notas actuales: ut, re, mi, fa, sol, la, Sa.

Así se ve mejor:

Ut queant laxis Resonare fibris Mira gestorum Famuli tuorum Solve polluti Labii reatum Sancte Ioannes.

Como dije, esto es un himno, así que además de texto, tiene una melodía. Y sucede que cada una de estas sílabas se canta en la nota que ahora representa. “Resonare” comienza en re. “Mira” comienza en mi, etc.

Por eso desde el siglo XI este himno se usaba para enseñar tanto canto como notación musical.

Pero también notarán que dos de estas sílabas cambiaron. La primera fue “ut”. En el siglo XVII el musicólogo Giovanni Battista Doni convenció a sus colegas de que “do” era más fácil para el solfeo (cantar las notas en una partitura diciendo su nombre) porque es una sílaba abierta (es decir, termina en vocal, como las demás notas). Según Doni, “do” era una abreviación de “Dominus” (el señor).

Según algunos de sus rivales, “do” realmente era una abreviación de “Doni”, quien quería pasar a la historia. Realmente nunca lo sabremos. Pero aquí estoy, escribiendo sobre Doni, así que...

La otra sílaba que cambió fue la última. Aunque realmente no cambió sino que fue añadida. La notación que usó d'Arezzo para su himno fue lo que ahora llamamos un hexacordo, es decir, una escala de seis notas. Por lo que la séptima sílaba inicial no representaba nada (ni se canta en si, sino en sol).

Poco después de que Doni hiciera su truco se estandarizaron las escalas de siete notas (que llamamos diatónicas). Para darle nombre a la séptima nota se juntaron las iniciales de Sancte Johanne (la i y la j son la misma letra en latín), que es un vocativo (es decir la forma que toma un nombre cuando uno lo está llamando o invocando) de San Juan. De ahí: si.

En el siglo XIX, la profesora de música inglesa Sarah Anna Glover cambió si por ti para que cada nota comenzara por una letra diferente.

Aunque lo de “ti” sólo pegó en ciertos países anglófonos y sólo para ciertas técnicas de solfeo.

Ahora, qué es, exactamente, una escala musical y por qué algunos de estos nombres pueden representar notas diferentes, según la región, son temas fascinantes pero que se escapan de este hilo.

Por ahora, aquí pueden leer el himno completo: http://www.cpdl.org/wiki/index.php?title=Ut_queant_laxis&oldid=428841

Y aquí lo pueden escuchar cantado: https://www.youtube.com/watch?v=viu-PhML3D8